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XIV 60 DIAS QUE CONMUEVEN A CHILE

(4 DE SEPTIEMBRE AL 4 DE NOVIEMBRE DE 1970)


El resultado electoral de 1970 marca otro hito en la historia de Chile, de esos que ponen a prueba a los hombres y sus agrupaciones. El triunfo, por mayoría relativa, de Salvador Allende sobre Jorge Alessandri y Radomiro Tomic, produce el efecto de un terremoto político, especialmente por la forma en que reaccionan los sectores de derecha, que no salen de su asombro ante una derrota jamás imaginada por ellos. El pánico los invade, atrapados en gran medida por los argumentos de su propia campaña, que ha anunciado toda suerte de desgracias si pierde su candidato y, sobre todo, si triunfa Allende y, con él, "el comunismo internacional y ateo".

La derecha reedita, en la práctica, su conducta de jornadas anteriores. En efecto, en 1920, "El Diario Ilustrado" dice que la batalla electoral del 25 de junio de ese año "decidirá la suerte del país, decidirá si el Lenin chileno podrá entrar a la Moneda con toda su corte de bolcheviques, para establecer el régimen marxista y hacer tabla rasa de nuestra Constitución, de nuestras familias y de nuestros bienes". ("El Diario Ilustrado", 16 de junio de 1920). El "Lenin chileno" no es otro que don Arturo Alessandri. Su triunfo produce, en aquella época, pánico y mueve a los perdedores a realizar todo tipo de maniobras para desconocer al legítimo vencedor.

En 1938 se repite la escena, esta vez contra Pedro Aguirre Cerda. Ladislao Errázuriz, encabezando al liberalismo de ese tiempo, pregunta: "¿No sabemos acaso los propósitos de los acólitos del candidato del Frente Popular, sus lugartenientes más caracterizados, que han hablado ya en las plazas y teatros que deben afilarse los cuchillos para el degüello de los capitalistas, y de las cuerdas que están torciendo para colgar a los 'burgueses'?" Y exclama a continuación: "¡Y hay quienes creen que el candidato del Frente Popular tendría, si llegara al éxito, fuerza bastante para dominar los acontecimientos!" (El Mercurio, 2 de octubre de 1938). Una vez más, el triunfo del candidato izquierdista por estrecho margen pone en movimiento todo tipo de maniobras para impedir su reconocimiento final y su acceso al Mando Supremo de la Nación.

Ante estos antecedentes, no cabe extrañarse de la reacción de la derecha en 1970. Su promesa, hecha ciertamente bajo el convencimiento absoluto de su triunfo, de que el Congreso Pleno debería votar por el candidato que obtuviera la primera mayoría relativa por mínima que fuese, es olvidada rápidamente.

Bernardo Leighton no se resta a la tarea de dilucidar la posición de su partido. Hay un documento inédito redactado por él, donde hace un análisis de la situación producida. (16) Su punto de partida consiste en describir el ánimo con que han reaccionado las candidaturas de Alessandri y Tomic frente al resultado electoral:

"... la gran mayoría de los partidarios del Sr. Alessandri y, sin duda alguna, los comandos dirigentes de la campaña tenían la certeza total de que no podían perder la elección. Es verdad que a pesar del descenso de la popularidad del Sr. Alessandri a través de la campaña electoral, fue evidente que su postulación contó con buenas razones para asegurar que tenía la mejor opción de triunfo. Gran parte de los motivos por los cuales se produjo el pánico económico y social y aún espiritual después del 4 de septiembre, obedeció al fenómeno sicológico originado por el espantoso impacto de venirse al suelo algo que parecía constituido de granito. Mucho más fuerte que la sorpresa de un Allende triunfante fue para miles y miles de personas la de un Alessandri derrotado. Eso produjo el derrumbe total."

La posición de los DC, es a juicio de Leighton, diferente:

"En nuestra vida política nos hemos acostumbrado a conocer el triunfo y el desastre. Por eso tenemos también experiencia de cómo puede recuperarse la fuerza perdida y aún de transformar en victoria una derrota. No nos hemos echado a morir. Nos hemos sentido derrotados, mas no vencidos, y enteros para continuar una lucha que cumple más de 30 años."

Pasa luego al estudio del problema de la votación en el Congreso Pleno, donde los parlamentarios deben "elegir", según la Constitución, al Presidente de la República entre los dos candidatos que hayan obtenido las dos primeras mayorías relativas. Leighton parte del supuesto que el Congreso Pleno tiene estas atribuciones y que existe la opción real de votar por el primero o por el segundo. Esto es lo que precisamente plantea el problema. Su análisis discute todas las hipótesis posibles, teniendo ante sí algunos antecedentes centrales que él mismo menciona y que básicamente se reducen a dos: el primero, el anuncio de Alessandri de que si es elegido por el Congreso Pleno renunciará al cargo de Presidente de la República y que no volverá a postular en una nueva elección; el segundo, el éxito obtenido por los DC, en las negociaciones con Allende para establecer en la Constitución nuevas garantías, que refuercen o hagan más explícitas las ya existentes.

Leighton se siente en la obligación de hacer este análisis, para responder las presiones de la prensa derechista, donde "ha llegado a sostenerse que los DC por razones de doctrina, según lo expuesto por los últimos pontífices y 'aplicado por eminentes moralistas', tendríamos la obligación en conciencia de elegir al Sr. Alessandri."

Teóricamente, los DC pueden elegir a Alessandri, "aún en el caso -de hecho así planteado- de que él anuncie para ese evento su voluntad de renunciar al cargo de Presidente de la República."

Esto da lugar a la consideración de dos hipótesis: los DC votan por Alessandri y éste

1) asume el cargo y gobierna los 6 años de su mandato, y

2) renuncia apenas asume, con el objeto de producir nuevas elecciones presidenciales.

"Analicemos el primer supuesto: el Sr. Alessandri se instala en la Moneda y se dispone a gobernar. En mi concepto, pocas veces podría llegar a la Presidencia un hombre más desposeído de autoridad moral para ejercer las funciones de gobernante, después de haber declarado pública y solemnemente que en caso de ser elegido por el Congreso Pleno renunciaría para abrir un nuevo proceso electoral y, no obstante, se queda tranquilamente en su cargo. Realmente, es incompatible la figura del Sr. Alessandri con la de actor de semejante comedia." (17)

"Pasemos, pues, a la otra hipótesis: el Sr. Alessandri asume el mando, pero presenta su renuncia. En conformidad a nuestro texto constitucional esa renuncia debe ser aceptada por ambas Cámaras. ¿Y si no se acepta? ¿Y si a pesar de contar con los votos nuestros, los nacionales (oficialmente no han dicho una sola palabra sobre la materia y su Presidente Onofre Jarpa expresó reiteradamente durante la campaña, que si el Sr. Allende obtenía la primera mayoría debía ser elegido como Presidente en el Congreso Pleno) resuelven no aceptarla e, incluso, algunos parlamentarios de la UP -como ya se ha comentado en cierta prensa-, tampoco la aceptan y, en consecuencia, debe continuar en su cargo el Sr. Alessandri? ¿Qué sucede? Pues bien, sucede todo lo analizado en los párrafos precedentes, agravado por un terrible ridículo principalmente para la DC. No importaría afrontar este ridículo, pero si sirviera de algo al país. ¿Cabe pensar que un Gobierno en tales deprimentes circunstancias pueda ser garantía de mantener el orden público como base mínima de pacificación política?"

Este raciocinio hace surgir una nueva hipótesis, que supone que todos los pasos previstos se cumplen: Alessandri es elegido por el Congreso Pleno, asume, renuncia, el parlamento le acepta este paso y se va a una nueva elección presidencial. Leighton plantea en este caso una serie de interrogantes:

"Una posibilidad: se vuelve a presentar el Sr. Allende y nosotros, los DC, buscamos la manera de levantar también una candidatura. ¿A quién levantaríamos? ¿A Radomiro Tomic? ¿Alguien podría votar por él después de la franca y leal actitud de Radomiro Tomic durante la campaña y después de su derrota respecto del Sr. Allende? (Este es otro hecho de la causa: Tomic reconoció a Salvador Allende, al día siguiente de su derrota, los mejores títulos que tenía para ser elegido Presidente en el Congreso Pleno). ¿Al actual Presidente de la República Sr. Frei? En conformidad a nuestro texto constitucional un Presidente no puede ser elegido para el período siguiente, lo que constitucionalmente impediría levantar su candidatura. Pero, aún salvando esta objeción constitucional, ¿sería el mismo prestigio el que acompañaría a nuestro actual Presidente en una elección presidencial producida en la forma irregular con que se habría producido esta elección?"

"Más aún. Para que teóricamente toda esta maniobra tuviera resultado, el PDC al cual pertenece el Presidente habría tenido que ser uno de sus principales protagonistas. ¿Puede razonablemente sostenerse que nuestro partido conservaría su autoridad moral después de la maniobra? Y de esta pérdida de autoridad moral, ¿no saldría también afectado nuestro eventual candidato y actual Presidente?"

Estas conjeturas parten del supuesto que se presenten dos candidatos: Allende y un DC. Leighton vuelve a plantear una duda:

"También teóricamente podría suceder que se presentara un tercero. ¿Habría algo de extraño que ese tercero fuera el general Viaux? Pues bien, "El Mercurio", que ha sido gran impulsador de esta estratagema y de esta solución, sostiene que en definitiva, como se trataría de una nueva elección y nada es seguro en estos casos, podría ganar la democracia, pero también podría ganar el comunismo con el Sr. Allende o con otro candidato. En el primer evento todo estaría resuelto, pero en el segundo, todo estaría perdido; y siguiendo a "El Mercurio" en la fantasía de sus artículos editoriales, no habría más que someterse al hecho de que el comunismo habría llegado definitivamente a ser gobierno en nuestro país. ¡Valiente solución! Se habría tratado de llegar a la misma situación en que estamos ahora, con la diferencia de que al perder la elección en esas condiciones no habría nada más que hacer sino someterse."

Leighton está consciente de que todo lo anterior es hipotético y teórico, si bien ha ido analizando paralelamente sus aspectos prácticos. Lo peor para él está, no obstante en el orden moral. De llevarse a cabo todo el abanico de maniobras "se habría tratado por parte de los DC de realizar una de esas inmoralidades políticas que sobrepasan los límites en la vida de un partido y de un país. Nosotros fuimos a esta elección para ganar o para perder. No fuimos para hacer una encuesta o para medir nuestras fuerzas con otras candidaturas. Sabíamos perfectamente que el candidato nuestro o cualquiera de los otros dos podía ser el futuro Presidente de Chile. Corrimos conscientemente el riesgo de no ser elegidos. Si hubiéramos pensado que cualquiera de los otros dos candidatos no podía ser bajo concepto alguno Presidente de nuestro país y que si ganaba inventaríamos un fraude político para cortarle el paso, debimos ser consecuentes y no ir a la elección, o bien, hacerlo después de lograr la aprobación de una ley como fue la ley de Defensa de la Democracia que nosotros repudiamos, con el objeto de cerrar definitivamente el camino a un candidato como el Sr. Allende que contaba con los votos del Partido Comunista. Proceder de otra manera constituiría el más grave atropello a la democracia cometido por un partido político, sólo comparable a la actitud de ciertas dictaduras que han destruido innumerables veces el régimen democrático en sus respectivos países y ensombrecido por muchos años el prestigio y el futuro de América Latina."

Se pregunta Leighton a continuación si hay solución para que el país no caiga en el comunismo, como se lo preguntan en la calle o por medio de cartas que le envían.

"A Dios gracias, hay algo que hacer para evitar graves peligros que por lo menos yo en los 40 años de mi vida política, he visto aproximarse muchas veces, aún con mayor inminencia que la que ahora vivimos."

Establece dos hechos básicos para resolver esta materia:

"En primer término, nosotros salimos derrotados en la última elección, pero tuvimos el honor de caer en torno a nuestra bandera y a nuestro abanderado y con una extraordinaria votación popular que nos mantiene como la primera fuerza política del país y primer baluarte de la preservación del régimen democrático frente al totalitarismo de cualquiera tendencia que pudiera amenazar este sistema."

"En seguida dentro de las fuerzas que acompañaron a don Jorge Alessandri y también de las que acompañaron a don Salvador Allende, la gran mayoría está de acuerdo en defender nuestra democracia ante cualquier peligro que la amenace."

"En estas circunstancias, aparece como un deber primordial que nuestro partido ha estado cumpliendo, el de coordinar todas estas corrientes de opinión hasta donde sea posible para robustecer el cauce democrático que está en la mejor tradición chilena y dentro del cual debe desenvolverse el proceso de nuestra transformación social, económica y cultural iniciada bajo el gobiemo del Presidente Frei."

Establecido esto, Leighton entra a analizar lo que significa dentro de Chile el triunfo de Salvador Allende, presentado por la derecha desde el exclusivo ángulo alarmante del "triunfo del marxismo leninismo". Leighton afirma:

"... es muy diferente el triunfo del Sr. Allende dentro del marco político en que lo ha obtenido y la llegada al gobierno del marxismo leninismo. No basta tener una doctrina ni la voluntad de serle fiel para que se dé por cierto, como en este caso, de que se va a imponer en nuestro país la doctrina marxista sustentada por algunos de los partidos de la UP."

"Conviene tener presente y los DC lo hemos comprobado en estos años de nuestro gobierno, que no es suficiente llegar a la Moneda para tener, en frase vulgar, la sartén por el mango. El gobierno, es verdad, tiene la parte más importante de ese instrumento, pero no lo tiene todo. De hecho, ningún gobierno en el mundo, no digamos en Chile, ha podido realizar todas sus aspiraciones partidarias. Siempre ha debido limitar esa realización por factores internos o externos a la combinación o al partido de gobierno. Si, llevando las cosas al extremo, bastara profesar una doctrina para hacerla realidad, haría por lo menos 2.000 años en el curso de los cuales muchos pueblos del mundo habrían sido modelos de justicia, de armonía y de fraternidad cristiana."

"Se afirma que la experiencia histórica nos enseña que donde han llegado los comunistas no han salido más del gobierno. La experiencia histórica no es esa. En Chile, los comunistas llegaron al gobierno con don Pedro Aguirre Cerda y con don Gabriel González Videla. En el primer caso no impusieron el comunismo y en el segundo tuvieron que salir del gobierno."

"Se dice, las circunstancias han sido diversas. Así es efectivamente. Pero lo curioso es que los que argumentan en sentido contrario a mi pensamiento aceptan que las circunstancias son diversas en estos casos para las fuerzas no comunistas; pero no aceptan que son diversas también para las fuerzas comunistas que, según ellos, son siempre exactamente iguales. Es evidente la contradicción que encierra este argumento. O las circunstancias son diversas para todos, comunistas y no comunistas, o no lo son para nadie."

"Se habla de Europa. En un foro de TV contesté al senador Sr. García Garzena su afirmación tocante a que en varios países de la Europa Central donde habían entrado los comunistas por medios democráticos, después habían expulsado del gobierno a los demás partidos políticos para instaurar una dictadura. No lo negué; pero agregué, refutando al Sr. García Garzena, en cuanto quería traspasar esa experiencia a Chile, que en todos esos países había existido además un hecho esencial que en Chile no existe, ni es verosímil que pueda existir: la presencia en el territorio de esos países del ejército soviético como única fuerza de ocupación después de una guerra en que esos mismos países habían sido derrotados. Hay más. También en Europa un pequeño país democrático que está en la frontera de la Unión Soviética, la República de Finlandia, constituyó un primer gobierno comunista después de la segunda guerra. Más tarde salieron de este gobierno los comunistas. Con posterioridad volvieron a entrar en una nueva combinación y por segunda vez quedaron fuera de la combinación sin que en ningún caso se hubiera destruido el régimen democrático de Finlandia. Es ésta una experiencia, bajo muchos conceptos, bastante más cercana a las condiciones históricas de Chile que la de casi todos los otros países europeos a que siempre se hace referencia (Polonia, Checoslovaquia, Rumania, Hungría, Bulgaria, Yugoslavia), en que sólo por excepción y en algunos de ellos, existieron gobiernos democráticos, y todos fueron largamente sometidos a duros y hasta sangrientos gobiernos dictatoriales antes de llegar los comunistas al poder."

"Se dice también, finalmente, que Cuba es la gran experiencia que debemos tener presente y que confirma el hecho fatal de que cuando llegan al gobierno los comunistas no existe posibilidad alguna de mantener o de restaurar la democracia. Habría una sola observación que hacer a este respecto."

"A Cuba llegó el Sr. Fidel Castro al poder después de una dictadura que fue la vergüenza de América y de una sucesión casi ininterrumpida de otras dictaduras que con muy breves intervalos fueron el gobierno normal de ese país, cuya independencia de España apenas se produjo a fines del siglo pasado en condiciones bastante menoscabadas para su dignidad como nación, ya que los EE.UU. que colaboraron a su independencia se reservaron, de acuerdo con la llamada Enmienda Platt, el derecho a intervenir en la vida interna de ese país cuando, a su juicio, estuviera amenazada la democracia. De otro lado, Castro llegó al Gobierno, encontrando un país sin partidos organizados, sin parlamento, sin tribunales independientes y con una opinión pública envilecida o aplastada. Comparar, en estas condiciones, a Cuba con Chile equivale a desconocer a Cuba y a ofender a Chile."

En la parte final de este minucioso análisis, Leighton entra a considerar el factor central del hecho chileno: el que ha triunfado es Salvador Allende, un hombre con trayectoria conocida, de formación determinada, de conducta previsible en los aspectos esenciales. Dice Leighton:

"Cabe considerar como un elemento más de juicio, el hecho de que el señor Allende, a quien yo personalmente conozco en su actuación política durante cerca de 40 años, no ha incurrido en el curso de ellos ni en una sola transgresión a la fidelidad debida a nuestra democracia, aún en circunstancias en que su propio partido se colocó en posición bastante discutible frente a este punto de vista y en que él claramente discrepó por mantener su lealtad al sistema constitucional que nos rige."

"...es indudable que sobre él pesa la convicción, fundada en la propia historia de nuestro país, acerca de que el título limpio legitimado en el respeto a la Constitución es irreemplazable para entrar y permanecer en la Moneda, si se quiere gobernar con mínimas posibilidades de eficacia y de éxito."

El documento analiza después el pacto de garantías constitucionales suscrito por Allende y la UP. Para Leighton dicho pacto es, contra la opinión escéptica e indiferente de la derecha, "una reafirmación por parte de la UP de su respeto al régimen democrático que no sólo la compromete con la DC sino, fundamentalmente con el país. Esto tiene un valor indiscutible y la posición del Partido Nacional sólo se explica por lo que tantas veces censuró el Sr. Jorge Alessandri, es decir, por razones de 'politiquería y demagogia'. Nosotros los DC, tenemos la conciencia de haber cumplido un deber patriótico sin ninguna clase de alardes inútiles y recibiendo, en lugar de ello, no sólo ataques públicos como Partido, sino centenares de ataques privados como personas. De todo se nos ha dicho. En algunos casos de frente, pero en la mayoría, desde las sombras, atacándonos como ingenuos o como cobardes. En cuanto a mí, me siento muy tranquilo, porque a través de mi actuación política he conocido muchas veces este tipo de incomprensiones y sé por repetida experiencia cuán superficiales son estos ataques y qué pronto se los lleva el viento.."

Por último, anuncia que "cumplida la exigencia de la DC en orden a obtener la aprobación de este estatuto de garantías por los partidos de la UP y su rápida tramitación en el parlamento, los parlamentarios votaremos en el Congreso Pleno por Salvador Allende."

La DC, por su parte, "mantiene íntegramente su independencia de criterio para juzgar el futuro gobierno". Así, "aprobará aquello que esté de acuerdo con sus principios y su estrategia y rechazará aquello en que haya discrepancia, pero su actuación no perseguirá ninguna mezquina finalidad personalista ni partidista, sino el interés común de todos los chilenos. Quienes piensen que hemos actuado por otros motivos o en busca de otras finalidades están profundamente equivocados, o lo hacen de mala fe."

La posición está clara y nada la hará cambiar. Por el contrario, el atentado en contra del Comandante en Jefe del Ejército, general René Schneider, el 22 de octubre de 1970, que muere el 24 de octubre, o sea, el mismo día en que se lleva a cabo en el Congreso Pleno la votación para elegir al nuevo Presidente de la República, reafirma a la Democracia Cristiana en su decisión. Ni un solo parlamentario de sus filas deserta amparado en el secreto del voto. Allende saca todas las preferencias de la UP y todas las de la DC. El Partido Nacional por su parte, contrariando sus anuncios de la campaña presidencial, y la propia petición de su abanderado, vota por la segunda mayoría relativa, esto es, por el Sr. Jorge Alessandri.

Posted by Otto Boye 19:35 0 comentarios